Una Mujer Anónima Recuerdo que la veía entrar cada mañana, todos los días, sin faltas. A veces llegaba un poco más tarde, pero nunca faltaba a su cita en aquella biblioteca. Yo, desde que descubrí su extraño hábito, me dediqué a observarla, atraído por ella, por sus maneras, por la forma en que su vientre se iba pronunciando a medida que avanzaba el embarazo; y atraído por la curiosidad de sus actos.